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    Morquillas, Milicua y Fernando José Pereira

    Inauguración

    9 de julio de 2022

Galeria de la exposición

Textos de la exposición

Ceremonia de la Nostalgia

Pablo Milicua

Ahora que la historia está como detenida, borrosa y parada, todo más cerca y más lejos que nunca, asimilado y empequeñecido en las imágenes de uso instantáneo de la pantalla del ordenador, la nostalgia, peligroso veneno que Pazos conoce bien, nos abruma con el recuerdo del siglo XX y del escenario apoteósico en la fase final de la Historia del Arte. Nacidos alrededor de una docena de años antes que yo, Morquillas y Pazos ya estaban allí cuando, con más pasión que inteligencia, daba mis primeros pasos en esta palestra. Ambos habían surgido una década antes, en el ámbito crepuscular del arte conceptual, clausurando el ciclo de las vanguardias y yo lo hacía en el colofón, epígono o bola extra que vino a representar la transvanguardia. Hermanos mayores, maestros en la galería y en el bar, los seguí a través del caos, entre las tinieblas de una fiesta, que, cada vez más cansina y aburrida, acabó degenerando en un laberinto funcionarial plomizo y asfixiante, en donde, cada uno por su lado, ya sin rumbo ni sentido, ahora nos movemos. Estrellas caídas, bonzos locos, mutantes del paraíso. El arte de los veinte últimos años del siglo veinte fue el mejor que se ha hecho en España, lo digo por si alguien quiere estudiarlo o coleccionarlo. Mucho mejor que el de los primeros veintiún años del siglo veintiuno. Pero de eso no hemos tenido la culpa ni Pazos, ni Morquillas, ni yo. Supongo que es cosa de elecciones y selecciones, equipos y agendas. Solitarios francotiradores, saboteadores y náufragos exageradamente individualistas poco tenemos que decir en un discurso coral y periodístico donde las ranas, como en el parlamento que instaló una vez Morquillas, croan al unísono bajo la batuta del Innombrable. Disidentes profesionales en tiempo de corrección, consenso y convención. El reencuentro con ellos en las verdes colinas galaicas conforma un extraño ritual, una ceremonia, una celebración de aquellas actitudes que conformaron el fin de siglo y nuestras propias historias personales. La nostalgia es venenosa porque enmascara siempre una pena, una pérdida, haciéndola más profunda. Habrá que intentar que la ceremonia no sea funeraria, una fiesta del recuerdo, sino que sea la invocación a un espíritu que espero que no esté ya definitivamente perdido, o quizás incluso a uno enteramente nuevo.

La mesa de Vesalio

Txerra Morquillas

Disección 3, autorretrato, detalle Trabajo a la moda y a la antigua. Nada puedo permitirme despreciar pues soy artista doble por gusto y profesión, también por si acaso lo demás resulta escaso y por temor intercadente pues observo que suele crecerse mal y raro. Rechazo por tanto lo provisional velado, lo que no es definitivo en escasez, de lo que vuelve a salvarme el instante de la práctica, en la que tanto en arte ajeno o propio, abomino la frontalidad pero también la bambalina, sin despreciar andar o que me arrastren por camino equivocado, por arista confusa y peligrosa, de la que por suerte y por ahora siempre vuelvo para comenzar lo mismo. Suelo exhibir como muchos, inmensas esculturas y pesadas losas escupidas en cementerios donde el sol –demócrata- no conmueve. Ruego por ello el disimulo. La trama argumental de mi desorden es descuidada, veloz o lenta, abunda en precisiones y en meras coincidencias. Saturo las dosis por debilidad o fuerza, por uso terapéutico. Pero suelo declinar esterilidad y complacencia y no me distancio de lo amado por protección a mí mismo, pues mi debilidad y fuerza son desesperadas y atónitas y permiten ejecutar el volatín que previamente mis dos yos han calculado precavidos. De alguna caída he conservado quinientas muletas de lisiado que han ayudado a consolidar una exquisita técnica de susto y seducción. Amo la crisis, el espectáculo accidental árido, la precisión discreta, el anterior enunciado futuro. Huyo por tanto del sol y de la sombra, pero también del silencio sin alarma, salvo que el corazón opuesto ruja bombeando su piel para purificar de sudor la lágrima. También amo tontamente interpretar lo prohibido, los ojos expletivos sin considerar su cercanía al pasto o la taquilla. Me atraen las palancas bárbaras rechazadas por Arquímedes, sus arcaicas y fraternas labores rotatorias de lamentos y risas solidarias, donde desmonto leyes anteriores a mi sensibilidad, de la que también soy autónomo salvo onomásticas nostálgicas. Todo esto cuando duermo, en la cama circular del sueño, que es realmente cuando aprendo, cuando duermo, cuando declino los párpados para no ver el temblor de la cuerda en mi abismo imaginario, donde nado, falsamente; donde agrado y agrando a la curiosidad en saltos definitivos de trapecio, geománticos e inversos. Odio demasiado, pues demasiado uso o me cerca. Crezco en ello raro y mal: maleducado no hablo a los cadáveres, traiciono envolviéndola mi desnudez burlesca, bendigo con esputo a los ofidios, revierto sobre mí mi oposición, no como en el mismo plato, ofendo a mis disculpas y en situaciones idénticas pudro el color y la palabra. Para sanarme en ello, sádico en conocimiento y previsión, malgasto el detergente arrastrando la senil cadena en la letrina que empujo con pulido guante de distancia. Aunque huya de lo maligno y abrace lo benéfico, estoy cercano a la confidencia de quien prosigue perseguir la carencia de tiempo que Juan Ramón buscaba para usar el desprecio infinito. Y siempre, al final y al principio, odio a Hipnos el hermano gemelo de la muerte y a Talos el autómata: al político desde cualquier poro. Vivo donde habito, en mi proyecto del yo, sin buscar ni encontrar, estando, sin abusar del chicle. Me defiendo de las emociones y me entristece la ignorancia. Tabaco, sentimiento y sensibilidad –también la falsa- siempre van en mi bolsillo. Pese a saber que el ejercicio coherente de la traición dulce y sensible del esbirro es proporcional al kilometraje del exilio, aquí me quedo, pero al lado, disfrutando los privilegios morales y económicos de nuestra civilización occidental, examinando el argumento de la pérdida, habitando el perfil de la moneda que arrincono, que parlamento junto a otros asuntos de equilibrio. Soy lo suficientemente fuerte para ser doble y débil para soportar esa apariencia, de lo que resulta una doble apariencia que siempre guarda para ser usada, la ingenuidad –tanto en presencias y en ausencias-, el alimento de mi capacidad permeable. Saco además y siempre la basura. Sé poco y suficiente para entender segundas sobre primeras fáciles que la genealogía general explica. Mi visión de la monotonía normalizada no es plana, aunque ese doble destino que otea divertido el horizonte, posee algunos efectos secundarios de tipo atormentado que no vienen de simples reciclajes sino de observación atenta al plan del enemigo, de quien sé que sabe que el futuro no es información sino el informe. No ignoro por tanto que Deus videt. Sé también que mi independencia molesta más que mi trabajo, sobre todo al tuerto que visiona para el ciego, ante lo cual intento alcanzarme a tiempo, no llevar ropa vieja y reforzar mi conocimiento de que el animal es enemigo innecesario, pues pese a mi interés en ellas, realmente, no colecciono calaveras.

La persistencia desobediente

Fernando José Pereira

Hay el silencio y lo que se silencia. “La persistencia desobediente" se centra en la segunda opción. Entre las muchas formas de "tiempos rebeldes", algunas están absolutamente olvidadas y en profundo silencio. Es el caso de la guerrilla gallega conocida como "Maqui". 
Los maquis han estado activos en Galicia desde el final de la Guerra Civil Española hasta finales de los años cincuenta. Entre ellos, algunos fueron detenidos, torturados y asesinados por la policía. Como el caso de Benigno Andrade, conocido como Foucellas. Guerrillero activo hasta su muerte por ejecución dentro de la prisión en el año de 1952. El vídeo centra la atención en su última noche antes de la ejecución, en la que estuvo acompañado por sus hijos. 
El vídeo se integra en lo que se llama "impulso archivística", es decir, obras que, por elección, quieren traer al presente una historia que no es la oficial, la de los ganadores. Concentrándose en personajes y eventos oscuros y apagados, estos permiten otra mirada que quiere sobrevivir al doble silenciamiento. Al que está en su momento y al que en el presente reina. Un posicionamiento que rescata el pasado como fuerza motriz para la comprensión del presente - el nuestro es un tiempo de recuerdo. Tal vez, por eso, la forma más adecuada para expresar nuestro tiempo sea en forma de lo espectral. Una corporación silenciosa y quizás asombrada, de un renacimiento ontológico del tiempo, ahora sobre la forma de la activación silenciosa de la memoria. No hay obra sin tiempo y una obra habitada por ese silencio espectral que es la presencia de una temporalidad compleja que comprende el pasado, el presente y, también, el futuro es, seguramente, una obra politizada, porque reconoce, como diría Fredric Jameson su cartografía cognitiva y, al hacerlo, se posiciona ante la pandemia contemporánea de las imágenes. Se refugia en la sombra, es decir, en silencio. Por ello, todo el vídeo está habitado sólo por sombras que aparecen fugazmente en la oscuridad que lo domina. Por ello, el vídeo pone una temporalidad resistente en su desarrollo al optar por la lentitud (máximo anacronismo en estos tiempos de instantaneidad) que le es inherente. La parada que exige solicita al espectador (emancipado, como diría Rancière) hacia una nueva forma resistente de observar. Aquello que fue condenado por el modernismo y que hoy, tras el deslumbramiento de la velocidad, es quizá el elemento político más importante para los artistas: la idea contemplativa del tiempo. Una idea alejada de la pasividad que se le atribuía, más bien una noción activa de pura resistencia de la mirada. De ahí, también, el hiato temporal entre las palabras del principio y las del final. Es en este "entremedio" donde se profundizan las condiciones de existencia de quienes, como los maquis, optaron por el silencio clandestino de la guerra de guerrillas. En tiempos de guerra, como los que vivimos hoy, y en los que la Razón, como ya había demostrado con la violencia desatada en su nombre en dos guerras mundiales (una de ellas ensayada en la Guerra Civil española), será de suma importancia reflexionar sobre estos actos románticos. De ahí la importancia de estos oscuros personajes que tienen tanto que enseñarnos. Tan pronto como queramos y tengamos el tiempo necesario para hacerlo.

Art Statement #9 (Aproaching Monochrome as Condition to Silence)

Fernando José Pereira

Este vídeo forma parte de una serie llamada "art statement's". En cada un de ellos se investigan uno o varios elementos del universo de las prácticas artísticas. En este caso concreto, dos elementos importantes: el monocromo y el silencio. El monocromo es una especie de silencio cromático. Filmado en la isla de Fogo, en Cabo Verde, este video contiene como elementos centrales, por un lado, un fenómeno climático -la niebla- que contribuye de forma decisiva a que la realidad y el paisaje se transformen en un todo monocromo; por otro, el hecho de que esté filmado en el interior del cráter de un volcán en el que se ha instalado obstinadamente una población. Los volcanes son portadores de vida (tierra fértil) y de muerte y destrucción (erupciones). Ya después de las imágenes filmadas, una nueva erupción ha vuelto a destruir todo lo que existía. Y el silencio se instaló, una vez más. Por eso, entre la espesa niebla que hace que todo sea etéreo, monocromático y casi espectral, visible en las figuras que se mueven y el silencio que se instala tras la erupción, se construye todo en el vídeo. La niebla en las imágenes transforma a las personas en sombras. Las sombras tienen todas las identidades que queremos. La densa niebla, al volver las imágenes casi monocromas, inhibe las diferencias, pero no las anula. Todo lo contrario. Les deja tranquilos. Ser lo que son. Para que cuando la niebla se despeje, puedan seguir siendo lo que son, sin miedo ni preocupación. No se trata, pues, de una niebla sebastianista*; es, más bien, un elemento que potencia la diferencia, es decir, la identidad, cualquier identidad. Las imágenes hacen referencia al volcán y a los vastos campos de lava que ya ha producido. Conocemos la desolación que provoca, pero también la perseverancia de las personas que insisten en quedarse allí. Una voz en off nos dice repetidamente "no queda nada por contar", una cita de una de las dramaturgias de Beckett. La niebla y el silencio son elementos esenciales de la memoria colectiva y de la historia portuguesa. A su manera, este video también intenta reflexionar desde esa contingencia, a veces dramática, a veces alegre, pero, sobre todo, muy presente. Siempre. Porque casi siempre no queda nada por contar. Por último, quiero decir que este vídeo está dedicado a un primo, casi un hermano, que también desapareció en la niebla, pero que sigue, aunque de forma absolutamente silenciosa, viviendo intensamente dentro de mí. *D. Sebastián (1554-1578) se convirtió en un mito tras su desaparición en la batalla de Alcácer Quibir, en el norte de África. En torno a él nació el mito del "sebastianismo", la esperanza de que regresara un día, en una mañana de niebla, para salvar al país de todos sus problemas.