Cadaqués, verano de 1976. En la galería epónima, fundada y dirigida por el arquitecto suizo Lanfranco Bombelli, se inaugura una muestra que lleva por título: Colaboraciones de Ch. Rotham, un acrónimo resultante de unir las primeras letras de los nombres de los tres autores que habían participado en la realización de las obras expuestas: Chispas Luis, Dieter Roth y Richard Hamilton. El fruto de esas Colaboraciones consistió en un número de pinturas, grabados, afiches y un disco, que se expusieron inicialmente en la mencionada galería y viajaron más tarde a la Fundació Joan Miró de Barcelona y al ICA de Londres. Hamilton y Roth fueron artistas muy distintos. El primero depuraba sus trabajos y extraía de ellos todo aquello que le parecía accidental. El segundo trabajaba con la mancha y el gesto, depositando residuos, trazos y materiales sobre una superficie, una mesa, un cartón o una caja. Su asociación fue, sin embargo, muy fecunda. Desde la amistad y el afecto, y también a partir de la diferencia y la discrepancia, lograron construir un espacio común, único en su época. Su carácter extraordinario tuvo, en el caso de las Colaboraciones, un componente adicional, constituido por la existencia de un tercer actor, Chispas Luis. Este no era un humano, sino un cánido, que vivía en Cadaqués y que era conocido por los ladridos que emitía cuando alguien tocaba la guitarra. La pieza musical, recogida en el disco, fue ejecutada al unísono. Dieter o Richard rasgaban el instrumento y el chucho producía la lírica. La idea de hacer algo con perros y para perros había surgido unos años antes en Londres, en un encuentro que Roth y Hamilton mantuvieron con Marcel Broodthaers. Preocupado como estaba siempre por llegar a fin de mes y dada la popularidad de los cuadros de caballos y canes en el Reino Unido, el autor belga imaginó que confeccionar pinturas de cuadrúpedos podía ser lucrativo. Eso sí, con la condición de que se ofreciese su venta a los humanos, que son los únicos que, en nuestra sociedad, gozan de un cierto nivel adquisitivo. Broodthaers murió sin ver realizado su proyecto. Roth y Hamilton continuaron con el mismo, pintando una serie de lienzos con temas perrunos, entre los que destacaban las salchichas y las botas. En lugar de estar a la altura de la vista de los homínidos, los cuadros se colgaron a pocos centímetros del suelo, con el objetivo de que las imágenes fueran degustadas por los perros. Trasanquelos, verano 2020. Carlos Pazos y Monserrat Cuchillo organizan en la Fundación que lleva su nombre, una muestra que, junto a los posters y el disco de las Colaboraciones de Ch. Rotham, incluye alrededor de doscientos cachivaches de goma para perros, provenientes de su colección. Más de cuarenta años han pasado desde la exhibición en Cadaqués. Pazos es consciente de que hoy no es necesario añadir más cosas a un mundo que no las necesita. Actúa con lo que ya existe. Colabora en soledad con los demás. Elabora sus obras con aquello de lo que se rodea y atesora. Como coleccionista, Pazos acumula mercancías y fetiches para las mascotas, que no consumen. Como en el caso de Roth y Hamilton, las piezas que incorpora a la exposición van destinadas al juego y entretenimiento de los animales, a pesar de que han sido diseñadas por el hombre. Al igual que las pinturas para perros de Ch. Rotham, los juguetes de Pazos revelan las contradicciones de una sociedad extractiva, capaz de llevar el consumo hasta el absurdo. Pazos sitúa el acto creativo como algo intrínsicamente humano, pero, por ello, inseparable de las otras especies. Y por mucho que, en esta ocasión, no se haya sumado ningún can al trabajo colectivo, su participación deviene implícita en su ausencia. Con estas nuevas Colaboraciones Dieter Roth, Richard Hamilton, Chispas Luis, Carlos Pazos y Montserrat Cuchillo rompen, de forma paradójica, con el logocentrismo occidental que nos separa de los demás, y visualizan nuestros vínculos biológicos y afectivos con otros animales. Ello implica que no existe una naturaleza externa a nosotros, ni un única dimensión temporal o espacial. Al contrario, vivimos inmersos en una multiplicidad de relaciones y lugares, que son extraños, misteriosos y sorprendentes. Estos artistas nos invitan a pensar en escalas que no son familiares, sino monstruosas. Manuel Borja-Villel Junio 2020